Hace dos años Nicolás Hazzi, Juan Sebastián Moreno, Carolina Ortiz y Rubén Darío Palacios tenían entre 23 y 25 años. Además de ser vecinos de un barrio de Cali, tenían un interés común: la biología.Jonathan Camilo Bejarano - El Espectador / Información PNAS
Hay preguntas científicas que los investigadores persiguen por décadas. Para llegar a las respuestas a veces es necesario hacer pruebas de laboratorio, salir al campo y gastar millones de pesos; pero otras veces estas respuestas se van construyendo solas, de a poquitos, con el esfuerzo previo de muchos investigadores. Y solo hace falta que llegue alguien, una los datos y analice los cabos sueltos para encontrar la respuesta.
Este último fue el caso de un “parche” de cuatro biólogos caleños que, solo gastando lo de las gaseosas cuando se reunían e independientemente de las actividades académicas universitarias, realizaron un estudio que logró ser publicado en Proceedings of the Nacional Academy of Sciences (PNAS); la segunda revista científica más citada del mundo.
Hace dos años Nicolás Hazzi, Juan Sebastián Moreno, Carolina Ortiz y Rubén Darío Palacios tenían entre 23 y 25 años. Además de ser vecinos de un barrio de Cali, tenían un interés común: la biología. Mientras Hazzi la estudiaba en la Universidad del Valle, los otros tres la cursaban en la universidad ICESI. Y entre las muchas charlas que tenían al reunirse surgió una pregunta que, probablemente, solo se les ocurre a quienes están muy cautivados por un tema: ¿cuántas regiones biogeográficas con especies únicas existen en los Andes tropicales y que factores las crearon?
Para entender la importancia de la pregunta y por qué era una incógnita para la ciencia, Hazzi lo explica así: “En el mundo hay 35 hotspots de biodiversidad; es decir, lugares que se caracterizan por tener un alto número de especies endémicas(especies únicas de un área que no se encuentran en otra parte más), pero que están fuertemente amenazados. Los Andes tropicales son considerados el más diverso del mundo, y por eso resultan interesantes para la ciencia. Lo que no se sabía muy bien era cómo se dividía la fauna dentro de esta región”.
Algunos estudios anteriores estimaban que en los Andes tropicales había tres o cuatro biorregiones, pero los cuatro caleños concluyeron que en realidad se trata de 15 biorregiones que dividen la fauna en grupos únicos de especies. Para llegar a esta cifra (una nueva para la ciencia), los biólogos no tuvieron que salir a campo ni recolectar nuevos datos, sino que hicieron nuevos análisis sobre información que ya estaba disponible, utilizando métodos sofisticados. Según explica Hazzi, tomaron 151 especies de aves endémicas de los Andes y estimaron su rango de distribución empleando un software capaz de agruparlas a partir de ciertas similitudes. Así llegaron a la conclusión de que en este hotspothabía 15 biorregiones (ver mapa).“Fue un proceso súper chévere, porque ningún estudio antes había examinado tantas especies de aves ni usado un método cuantitativo para explorar las biorregiones y su origen”, comenta Hazzi.
Pero otra pregunta, que también se habían hecho varios biólogos, les siguió rondando por la cabeza. ¿Qué pasó en los Andes tropicales para que existieran tantas especies únicas de esa zona? De nuevo, esta incógnita la resolvieron con las 151 especies de aves. Empezaron a rastrear los árboles evolutivos (genealógicos) de cada una, por medio del ADN. El fin era encontrar en qué momento se separaron dos poblaciones para que se originaran las nuevas especies y si esta separación se dio en lugares donde hay barreras geográficas para la dispersión de la fauna, como valles o montañas.
Así, encontraron dos momentos geográficos e históricos fuertes que explican el endemismo de los Andes. El primero, un tanto esperado según Hazzi, fue el levantamiento de los Andes del norte, hace cinco millones de años, cuando se crearon ecosistemas como los páramos, considerados “islas en el cielo”. “Son lugares muy altos donde hay biota única que están separados por pequeñas discontinuidades en la elevación”, explica.
Pero lo que realmente los sorprendió fue el rol que cumplieron las eras de hielo durante las glaciaciones en el proceso de especiación de los Andes. Los biólogos encontraron que, durante las mas de 15 eras de hielo que hubo en el Pleistoceno las temperatura bajó hasta aproximadamente grados, causando que los valles cálidos dejaron serlo, por lo que la biota de alta montaña se expandía y, cuando venía el periodo interglaciar, se retraía, fragmentando la población.
“Para nosotros fue muy interesante ver cómo el clima contribuyó a la diversidad de especies y hoy, en cambio, el cambio climático causado en gran parte por los humanos es una de las principales amenazas de extinción”, comenta Hazzi. “El páramo, por ejemplo, ha perdido el 90 % de su área y se espera que para el 2100 estos ecosistemas se hayan contraído tanto que su biota puede desaparecer. Por esta razón, en su investigación, que además fue portada de la edición de julio de PNAS, sugieren que se dirijan los mayores esfuerzos de conservación en la Sierra Nevada, el Perijá y el sistema de páramos de la Cordillera Central.
Hazzi, que es un becario Fullbright y hace su doctorado en la Universidad George Washington, cree que esta es una gran lección de que se puede hacer ciencia de alta categoría con pocos recursos. “Yo todavía no lo creo, porque muchas investigaciones de este tipo salen de laboratorios con muchos más recursos económicos y técnicos”, comenta. “Es lindo ver cómo hicimos esto desde la Fundación Ecotonos, la cual fundamos entre los cuatro, desde lo local y con grandes amigos que compartíamos una gran pasión por entender la evolución de la diversidad andina”. La ciencia, al final, no requiere grandes experimentaciones y presupuestos, sino saber cómo utilizar y encajar los datos disponibles; como en un rompecabezas. No obstante, los cuatro biólogos esperan que haya más apoyo para la ciencia en el país, porque casos como el suyo son excepcionales.