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  • http://blogs.iadb.org/agua/2016/09/13/volver-al-fu

VOLVER AL FUTURO... EN AGUA RURAL


*POR CELIA BEDOYA, DEL EQUIPO DE LA DIVISIÓN DE AGUA Y SANEAMIENTO DEL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO EN WASHINGTON DC.

‘El concepto del agua como un recurso finito y que debe ser preservado y protegido es algo relativamente nuevo y que no esta aceptado universalmente’.

Así lee una cita de prensa sobre la declaración de una Conferencia de Naciones Unidas del Agua realizada en Mar de Plata. En dicha declaración se pueden encontrar referencias a asuntos de gran relevancia en el sector de agua y saneamiento como la necesidad de incorporar a las comunidades en todas las fases de los proyectos, el énfasis especial que se debe dar a la rol de las mujeres en éstos, o las enormes pérdidas en las redes de distribución.

Pero esta declaración de referencia ya solo la puede encontrar buceando en la hemeroteca de archivos de prensa muy antiguos. La conferencia se realizó en 1977.

Aunque Mar de Plata fue especialmente innovadora en su manera de tratar la problemática de agua y saneamiento, las discusiones parecen haber cambiado poco en el sector, en casi 40 años. En cambio, las coberturas se han multiplicado en casi todos los países de América Latina y el Caribe, y los programas de agua y saneamiento también han evolucionado, por ejemplo en el área rural.

En los 70, me cuenta Gustavo Martínez, colega ingeniero quien en esa época trabajaba para llevar agua a comunidades rurales en Nicaragua, que las coberturas en estas áreas podían oscilar entre el 7% y el 12%: casi nadie tenía acceso a este bien básico. El acceso a saneamiento era y continúa siendo mucho menor.

Cuando a finales de los 70 en América Central comenzaron a realizarse programas masivos y organizados para llevar el agua a zonas rurales, normalmente ejecutados por los ministerios de salud, la planificación se realizaba de manera centralizada: un grupo de ingenier@s se sentaba en una mesa en la capital del país, marcaba las ciudades mas importantes de los distritos priorizados, dibujaba un círculo alrededor y voilà: las comunidades que quedaban dentro del circulo eran las afortunadas. Se enviaban entonces a la zona cuadrillas para levantar la información técnica y social y tras organizar a la comunidad en juntas, se comenzaba a trabajar. Bajo este esquema, el Gobierno disponía del equipo de ingenier@s, el albañil, el maestro de obra y los materiales; todo lo restante, incluida la mano de obra, correspondía a la comunidad. La ingeniería era la misma que se usaba en zonas urbanas.

Poco a poco, en los 80, se fue involucrando más a la comunidad. Se formaba a personas de la zona como promotores sociales y como técnicos que pudiesen hacer tareas tales como medir los caudales o la altura de una fuente de agua. Los promotores sociales visitaban en motos montañeras las comunidades. También se fue adaptando la ingeniería a las condiciones y requerimientos específicos de las zonas rurales y se desarrollaron guías de construcción para pequeños acueductos. Y las comunidades comenzaron a pedir agua directamente a las oficinas regionales de los gobiernos. Se había pasado de una oferta centralizada a un proceso de demanda.

En los 90 y en el contexto de liberalización que hubo en esta década, se promovió la participación privada en el sector. Así, se pasó de la ejecución directa de los proyectos por parte de los ministerios o las empresas de agua, a la subcontratación de empresas de ingeniería y construcción. Con coberturas ya del 40% o 50%, se necesitaban nuevos modelos para dar servicio a poblaciones cada vez más difíciles de alcanzar. Asimismo, se promovió la creación de fondos de inversión social que ejecutaban los proyectos de infraestructura y que siguen existiendo en muchos de los países centroamericanos. A comienzos del nuevo milenio, el desarrollo comunitario se convierte en una pieza no complementaria sino clave, para el éxito de los programas de agua y saneamiento rural.

Esta experiencia centroamericana refleja diferentes enfoques que se han puesto en marcha para dar servicio a comunidades rurales, y algunos de estos planteamientos siguen aun en pie en muchos países. Y durante cada década, los profesionales han estado seguros de que habían dado con la clave del éxito para asegurar el éxito de los programas. Cada generación está convencida de que tiene la respuesta correcta a los problemas de la época. Y entonces,

¿cuál será la solución para los programas rurales del futuro?

Nuestra generación habla de soluciones de mercado para el saneamiento, el cambio de comportamiento de las comunidades como fundamento para la sostenibilidad, el marqueteo social y la promoción de la demanda de los servicios, las tecnologías adaptadas y las nuevas soluciones de tratamiento de agua y saneamiento ambiental, la planificación apoyada en el monitoreo basado en las posibilidades que proporcionan los sistemas de información en línea y las plataformas móviles, y la gestión de activos y sostenibilidad financiera a medio plazo a través de análisis como el ciclo de vida de los sistemas. Pese a todas estas innovaciones y nuevas tendencias, los profesionales del sector mantenemos discusiones similares a aquellas que se tuvieron en Mar de Plata, con las mismas preguntas y respuestas. Y desafortunadamente, parece que aún no hemos encontrado como dar servicios sostenibles de calidad a las comunidades rurales: las coberturas siguen siendo mucho menores que en las zonas urbanas y los retos, por ejemplo en zonas rurales dispersas, enormes. Hoy, cobertura de los servicios de agua y saneamiento rural en es de 84% y 64%, respectivamente.

A lo largo de todas estas décadas, la gestión comunitaria de los sistemas ha estado siempre presente en los proyectos rurales. Se estima que en torno a 80 millones de personas reciben servicio en Latinoamérica y el Caribe por sistemas gestionados por las comunidades (a través de las llamadas OCSAS, Juntas, Asadas, y los diferentes mil nombres que se les da en la región a estas entidades). Y remarco el ‘se estima’ porque nadie sabe aun el numero exacto debido a la falta de datos y de información en las áreas rurales. Estas organizaciones se han ido articulando a través de asociaciones regionales, nacionales, hasta llegar a la creación de la Confederación Latinoamericana, CLOCSAS, una entidad única en el mundo.

Desde las entidades de cooperación como el BID, buscamos apoyar y acompañar a aquellas personas que en su día a día, desde aquella conferencia en el Mar de Plata hasta hoy mismo, trabajan en muchos casos de manera voluntaria para llevar el agua a sus familias, a sus vecinos y a sus comunidades en estas zonas rurales. Es por ellos que a través de su fondo AquaFund y en colaboración con sus donantes la Agencia Española de Cooperación Internacional AECID, el Gobierno de Suiza a través de sus agencias SECO y COSUDE, la Fundación PepsiCo y el Gobierno de Austria, hemos apoyado por segundo año la organización del evento de CLOCSAS, a llevarse a cabo en Panamá. Este año, en este congreso se juntarán más de 500 profesionales del agua, muchos provenientes de las comunidades, para discutir sobre los desafíos y plantear oportunidades comunes. Y seguro que dan respuesta a alguna de las preguntas que nos venimos haciendo desde 1977 para mejorar los programas en estas comunidades.

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